Las transgresiones, aún multiplicadas, no pueden acabar con la prohibición, como si la prohibición fuera únicamente el medio de hacer caer una gloriosa maldición sobre lo rechazado por ella.
La isla desierta
-
He escrito mucho. Siempre se trata de ti, y de mí, ciertamente. Le doy
vuelta a la memoria como quien quiere pasar la página; pero mi libro es una
vieja br...
“Mañana y tarde” de Jon Fosse
-
La cosa va de morirse de muerte natural, esto es, de pura vejez ergo todo
“viruelas”. Como sea: no es una lectura agradable pero tampoco
especialmente du...
Dip Me in Honey and Bury Me Someplace Nice
-
I wonder sometimes about what to do with myself after I die. Or maybe not
myself. I think I mean what to do with body after I die, because maybe
myself wi...
-
En una calle desolada, el viento acaricia cada parte de tu rostro, y es el
mismo aire el encargado de arrastrar a su paso las hojas muertas de un
árbol...
El arrecife de las sirenas.
-
«Desnudo, púrpura y envuelto en esa fina película blancuzca a la que los
médicos se refieren como vérnix caseoso, un recién nacido rompe el silencio
en ...
Vivir en el error. Una decisión egoísta
-
A veces pienso que uno no debería pedir el consejo del otro. Sólo
compromete a lo pendejo a alguien que estaba pensando en comprarse un
helado o un esquit...
-
Anotaciones sobre "La Casa de Bernarda Alba", 28, 29, 30 agosto 2012
Una de mis intereses con anda sin zapathos es encontrar mi camino y mi
teatro parti...
SUEÑO
-
Aunque me obligue a escribirte, te escapas. En tu boca se almacena el eco
de mi incertidumbre. Tu saliva trasnochada modula mi discurso onírico, y
una fuer...
No hay comentarios:
Publicar un comentario