Dispara, dispara. Dijo con signos de exclamación. Quizá gritó, quizá ladró. Cuando miré mi pierna noté que tenía sangre. Cuando miré su pata supe que una bala había atravesado su alma. Su pobre alma. Sí, mi pobre... Su pobre alma de perro mestizo, doctor. Usted es doctor, pero no es médico veterinario, usted no lo puede ayudar, doctor. Perdió mucha sangre, de todos modos nada lo podrá salvar. Pero doctor, una parte de mí todavía es humana, la parte que tiene rabia, esa sí que puede curarla. No. Vamos a tener que sacrificarlo, clavarlo en la cruz para que Dios perdone nuestros pecados.
“Lo que ellos dicen o nada” de Annie Ernaux
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El otro día surgió, durante un café, ese clásico de "tus cinco relatos
favoritos". La lista, en ese momento, fue: 'El cisne' de Rezzori, 'Silvia'
de Cor...
Hace 5 meses
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