sábado, 3 de marzo de 2012

Revolución









Hay una luz, por un lado, tan líquida como las palabras que arrojan lágrimas a medio día y terminan en el Nilo. Todos disfrutamos de ese espectáculo, oculto por otro lado, para los no iniciados. Es una ecuación, como todas, que se relaciona con constantes y variables. Por ejemplo, el volúmen de una esfera... una fórmula que relacione el volúmen con el radio. Sin embargo, podemos intuir que en los períodos el radio atómico disminuye al aumentar necesariamente el número atómico. Esta luz recorre todas las mañanas los pasillos, los salones, las casas, las mezquitas, las granjas y los sindicatos. Una vez que pasa esta luz, lo perdemos todo, y sin ningún rencor estamos dispuestos a volver a empezar. Los conceptos aparecen y desaparecen, todas las figuras con espacio y sin espacio se confunden en el amplio campo de lo invisible, lo inaudible, y lo incognoscible sin tiempo. Afortunadamente tenemos la televisión y el internet. Ahí a menudo, hay un mínimo de sentido (pero falso). Nuestra realidad no tiene ninguno, y por eso es mucho más veraz y cruel.

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