Nos tenemos en los brazos, nos respiramos mientras concedemos al universo que busque el equilibrio en la mirada y la gravedad de la sombra sobre el suelo. Dejamos caer nuestras sombras como la manzana de Newton. Todas las leyes se pueden romper, y por eso, todo puede ocurrir. Nada hay allá afuera... nada hay aquí adentro. Y si te quiero, no es por lo que eres, pero tampoco por lo que no eres.
No sé... no sé, es el tiempo de esa pieza que acusa el paso, el temblor de tu cuerpo contra el mio, y sin embargo estoy dispuesto a morir por esta pasión.
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