No serán ni los ángeles
ni los demonios, tampoco las profecias de medio día.
No serán los miles de muertos sembrados en las ruinas,
ni los conceptos marginados en los ojos de un niño,
o los templos manchados de sangre,
no será nada de eso.
El apocalipsis consiste simplemente en esto:
en la pérdida absoluta de todo significado,
más allá del sentido.
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