Así que esto es estar vivo. Detenerse un momento y seguir mirando por el microscopio las infinitas capas de realidad, y con ellas, infinito también el número de 0/1. No quise pensar más en esto. Sin embargo, justo cuando iba subiendo las escaleras del callejón, noté que no tendríamos porque acostumbrarnos a ver más sombras... sólo aquella infalible máscara que de verdad nos pertenece. Puesto en relieve, no comprendo porque mi cuerpo puede, o debe a condición de la luz, emanar de su oposición con los spots, una serie de sombras que cofunden la mente. Parece tonto, es cierto. Pero no por ello menos importante. Tal tarea me ha llevado todo la tarde a reflexionar sobre la naturaleza de la luz y su historia particularmente. En 1754 Étienne Condillac sostiene en su Tratado sobre las Sensaciones que si imagináramos una estatua a la que concedieramos poco a poco cada uno de los sentidos se haría finalmente una idea del conocimiento. No obstante: “Doy a la estatua el uso de todos sus miembros “, afirma Condillac. Esta concesión no parece arbitraria; el movimiento es consustancial con el ser sensible desde el mismo momento que la concebimos. Bergson dirá: "Extraed del movimiento su movilidad, que es su esencia". Es decir que el movimiento no puede confundirse con el espacio recorrido. Así que esto es estar vivo. Percibir la luz en una imagen-movimiento, en una imagen-tiempo. ¿Entonces de qué se trata la interacción? Los Fotones que son las partículas de la luz, tienen una masa casi nula, y por consiguiente el alcance de la interacción electromagnética es infinita. Es entonces para el ojo humano, pensé, el reflejo del mar un eterno diálogo con las estrellas. Y todo tiene que ver con todo ( aun si el número de sombras multiplicado no deja de asustarme).
“Lo que ellos dicen o nada” de Annie Ernaux
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El otro día surgió, durante un café, ese clásico de "tus cinco relatos
favoritos". La lista, en ese momento, fue: 'El cisne' de Rezzori, 'Silvia'
de Cor...
Hace 1 año
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